jueves, 7 de marzo de 2013

Karma, destino y libre albedrío



¿Existe el destino como algo determinado de lo que no podemos escapar, por mucho que queramos? O por el contrario existe el libre albedrío, y en cualquier momento podemos ser cocreadores, de cualquiera de la infinitas realidades posibles.

Estas dos posibilidades conviven como lo relativo y lo absoluto, y el hecho de que experimentemos la vida de un modo u otro, está condicionado por nuestro nivel de conciencia.

Cuando estamos en el nivel de lo relativo, de lo concreto,  propio de la dualidad que hay en la tercera dimensión; estamos condenados a atraer a nuestro presente todo aquello que nos impide estar en ese estado de neutralidad y no juicio, que nos hace ser uno con el Tao.

Como dice la sabiduría hindú, todo rajas tiene su tamas, todo deseo condicionado, atrae la realidad que le complementa, pues es en ese estado de reencuentro de los opuestos, donde se puede retornar al punto de equilibrio.  Lo que en la tercera dimensión ese reencuentro necesariamente genera sufrimiento, pues la mente sigue juzgando entre lo que es bueno y lo que es malo, lo que desea y lo que no desea;  y el tener que vivir lo que uno no desea genera sufrimiento.  Y a veces todo y eso, las personas se entregan a ello, para huir de un sufrimiento aún mayor, el que genera la culpa, por ser incapaces de aceptar aquello que la vida nos pone delante. Como si no fuéramos lo suficientemente buenos y agradecidos, para compensar a la vida, por todo lo que nos da.

En esa dimensión de lo relativo y lo limitado, somos esclavos de los condicionamientos de nuestra memoria transgeneracional. Estamos condenados a repetir y revivir todo lo que nuestros ancestros fueron incapaces de amar y aceptar como parte de las experiencias necesarias, para evolucionar como partículas de conciencia que van al reencuentro con lo absoluto.

Ese karma o destino, nos lleva a repetir situaciones, experiencias , accidentes, muertes, enfermedades y relaciones, en las que se despiertan aspectos de la conciencia transgeneracional a la que pertenecemos, que estaban ocultos en la sombra y no habían sido integrados y aceptados, para que así el Alma colectiva al recuperar todas sus partes, pudiera entrar a formar parte de una nueva dimensión de la realidad más amplia, más cercana a la conciencia absoluta que somos.

En la cuarta dimensión, surge la conciencia del amor que es más integradora y unificadora que la de la mente propia de la tercera dimensión. El amor fruto del encuentro entre lo Masculino y lo Femenino, el Padre y la Madre, la mente y la materia, el vacío y la forma, el cielo y la tierra. Ese amor que se genera en el corazón de la estrella tetraédrica, donde uno de sus triangulos es la triple personalidad de la mente concreta y el otro simboliza la triada espiritual (atman, budhi y manas) de la consciencia transpersonal. Esa cuarta dimensión corresponde a tener la conciencia mayoritariamente en nuestro chakra corazón. Donde desarrollamos el amor incondicional, y entonces podemos abrazar sin sufrimiento, lo que la vida nos lleva a la conciencia. Aun estamos anclados en los efectos del karma o destino, pero podemos afrontarlo desde un estado de no sufrimiento al desarrollar el amor incondicional.

Cuando hemos realizado ese abrazo amoroso no condicionado de la cuarta dimensión, podemos seguir nuestra evolución y acceder a la quinta dimensión. La dimensión del cuerpo sutil, donde la dualidad en el mundo de la forma desaparece definitivamente, y nos damos cuenta de la unión que se crea entre cada uno de los contextos y dimensiones del mundo de la forma. Esa visión más amplia de la realidad, nos ayuda a vernos como algo más que un ser limitado, accedemos a la visión transpersonal y nos damos cuenta de que somos  parte de una conciencia global.

Desde ese nivel de discernimiento más elevado, gracias a una visión más amplia de la realidad, llegamos a  entender los programas transgeneracionales que se proyectan sobre nuestra realidad para ser sanados y transformados, y podemos dejar de ser esclavos de ese destino condicionado.

La correcta visión del Mundo, nos lleva a desarrollar el perdón, la aceptación plena de todo lo experimentado, como pasos necesarios en nuestro reencuentro de lo absoluto.  Ya no juzgamos a las personas que aun vibran en la 3 dimensión, porque somos conscientes que sus actos y su forma de pensar, no son fruto de su libre albedrío sino de condicionamientos transgeneracionales, que les hacen repetir inconscientemente  una y otra vez el mismo destino kármico.

Desde ese estado de conciencia, en el que somos capaces de observar la repetición de los programas transgeneracionales del Alma colectiva a la que pertenecemos, y perdonar todo lo vivido por nosotros y nuestros ancestros, dejamos de ser esclavos del destino.

Como la física cuántica nos recuerda, el observador modifica lo observado. Pero lo que hace que el observador pueda aparentemente cambiar la realidad observada, es el punto de vista desde el que observa. Pues en una realidad multidimensional, lo relativo y lo absoluto van a estar siempre conviviendo. Aunque solo seamos capaces de ser conscientes de los efectos que nos provoca el punto de vista dimensional, desde el que estamos tomando conciencia de la realidad. Si nos enfocamos en la tercera dimensión, nos enfrentaremos una vez más a la rueda del samsara que nos repite el karma, en cambio si nos enfocamos en la quinta dimensión, nuestra toma de conciencia glogal y el conservar la resonancia armónica con el Tao, nos liberará de la rueda del sufrimiento.

Solo el amor y una verdadera toma de conciencia de la realidad transpersonal ,en la que formamos parte; nos puede permitir  vivir desde el no juicio y la aceptación plena de todo lo que nos rodea.

Desde ese estado de neutralidad, el poder totipotencial del Tao, fluye sin limites, y no hay ningún destino inamovible del que no podamos escapar. Es más ya no es necesario vivir en el mundo de la forma, esas viejas relaciones, situaciones, experiencias, etc… Por que sabemos que nuestros ancestros ya pasaron por ellas, y el hecho de perdonarlas y llevarlas a la neutralidad, nos permite acceder a una nueva dimensión de la realidad, en la que establecer relaciones más sanas, en resonancia con el amor incondicional que hemos desarrollado en la cuarta dimensión.

Cuando hemos desarrollado ese nivel de conciencia, en el que recordamos plenamente la unión que hay entre todos los seres, deja de tener sentido el sufrimiento. Pues ya  no hace falta experimentar lo que es el sufrimiento, y recordar que todos los seres sufren, para  que miremos que nuestras acciones no produzcan sufrimiento en el Mundo.  El recuerdo del lazo amoroso que nos une a todos los seres, nos hace buscar el bien común,  no por huir del sufrimiento propio o del ajeno, sino porque tenemos plena conciencia de que nuestra felicidad y la del otro son una misma felicidad. Y que todo lo aparentemente externo, es un reflejo de la Unidad a la que todos pertenecemos.

Namaste Vida, y gracias por todo lo que me enseñas…

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