En nuestra voz reside nuestro más grande fuerza creadora. Dios dijo hágase la luz y la luz se hizo. Como dice la biblia lo primero fue el verbo; la vibración del sonido que produce una resonancia sobre el campo cuántico y genera la realidad fractal correspondiente al reencontrarse con su reflejo en el campo totipotencial etérico.
Una vez que tenemos claro lo que queremos, que nos decidimos iniciar algo, o nos marcamos un objetivo, llevarlo a la palabra, es la mejor manera de que las semillas de nuestras aspiraciones den frutos.
Entendiendo que hay que pedir desde la humildad, y la confianza que da saber que la vida sabe lo que realmente necesitamos más allá de los engaños personales. Lo cual nos ayuda a desapegarnos de la respuesta que obtengamos.
Pero con la conciencia clara, que cuando transformamos nuestros anhelos en palabras, aunque nos desapeguemos del resultado de nuestras peticiones; estamos reconociendo que somos merecedores del Amor incondicional que lo nutre todo.
Una vez que el corazón se ha expresado a través de la voz, solo nos queda escuchar las infinitas posibles respuestas que nos depara el silencio.
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