miércoles, 6 de enero de 2010

MI QUERIDA MAESTRA LA LAVADORA

La convivencia es una de las principales asignaturas, en el curso espiritual de la vida. De la que nadie se puede librar totalmente. Ni aun acabando naufragando en una isla pérdida como comprueban en cada uno de sus episodios, los protagonistas de Lost.

Diariamente nos vemos obligados a convivir con unos seres que muchas veces se muestran indiferentes a nuestras exigencias. Que ante nuestras recriminaciones y peticiones, se muestran inmutables, fríos e indiferentes. Y no, no estoy hablando del jefe delante de vuestras indudablemente merecidísimas peticiones de subida de sueldo. Hablo de algo muchísimo más cercano, que convive con nosotros en nuestro propio hogar: los electrodomésticos.

Para los que como yo, nos cuesta expresar nuestro enfado ante las otras personas cuando las cosas no salen como queremos. Ya sea por esa necesidad neurótica de ser aceptado por los demás, o por las exigencias de un EGO que quiere estar a la altura de los más grandes maestros de las diferentes tradiciones espirituales, y de todo ese extenso circo que es hoy en día, gran parte de lo conocido como Nueva Era. Muchas veces los electrodomésticos, actúan como una vía de escape; o más claramente hablando, como un saco de boxeo; al ser destinatarios de ese gran surtido de instintos hostiles anclados en nuestra sombra.


Pero llega un día que comprendemos, que esa verdad profunda que afirma que todo lo que nos rodea es parte de nosotros, también es aplicable al campo de los electrodomésticos y otros objetos del día a día que nos sacan de quicio.

Lavadora " lavo entonces existo"

Entonces recordamos que la conciencia no es una sustancia exclusiva del ser humano, sino que cada atomo o pequeña partícula de la “realidad” material está impregnada de ella.

Y al mismo tiempo empezamos a ver en estos objetos un reflejo de esas partes internas, con las que sentimos que tampoco podemos dialogar, con las que nos peleamos continuamente, al ver que no pueden estar a la altura de nuestras expectativas. Que esos conflictos con tu lavadora, con tu secador de pelo, con el tocapelotas del minipimer o con el maldito microondas… Son los mismos que tiene tu autoexigencia, con esas partes de ti, que aun no están al nivel de maestría que te exiges.

Cuando vislumbramos esto, empezamos a desarrollar compasión por esos objetos. Y podemos empezar a verlos como maestros, que nos ayudan a ser más condescendientes con nosotros mismos, y en consecuencia con todas las personas que nos rodean.

En este post, hablo principalmente de la lavadora, debido a mi experiencia personal al independizarme. Donde al principio de las convivencia, me las tuve que ver y desear para que mi lavadora, accediera a mis proposiciones (exclusivamente honestas por supuesto).

Más de una vez después de llenarla de ropa hasta casi rebosar, y programarla; me veía sufriendo su pasividad e indiferencia. Acababa zarandeándola y enojándome con ella, obteniendo la misma penosa respuesta.

Hasta que un día, con mi habitual loco ingenio que trata de darle vueltas a las cosas, decidí conectar con el Alma que también habita en ella. Y en vez de zarandearla, o enojarme le regale uno de mis besos, una suave caricia y la mejor de mis sonrisas. Para comprobar con alegría como al momento se ponía en marcha.

Desde entonces no hay colada, en la que no haya un previo espacio para mostrarle el cariño a mi lavadora, y la mayoría de las veces observo como mis peticiones son correspondidas. Otros días la noto como más distante, y en vez de un beso pues le doy unos cuantos más y otras muestras de afecto. Entendiendo que como todo el mundo, hay días que necesitamos que nos muestren con más Amor el afecto que los demás sienten por nosotros.

Entonces, recuerda la próxima vez que te encuentres cara a cara con un conflicto existencial por culpa de un electrodoméstico; que ese preciso instante es una oportunidad más para aprender que cuando sacas lo mejor que hay en tu interior. Cuando te das sin esperar a cambio, dejando atrás las expectativas te das cuenta de que cualquier resultado nunca resultará una pérdida insalvable (bien mirado siempre puedes ir a la tintorería), sino que será una parte más de tu aprendizaje en el arte de Amar y salpicar la vida de tu esencia más profunda.

Recuerda el Maestro que hay en el interior de cada uno de los electrodomésticos, venera a todos esos utensilios, más que por facilitarte tu tarea diaria, por el hecho de permitirte de mostrar toda tu humanidad. Y te aseguro yo, que reducirás en gran medida el gasto en reparaciones.

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