miércoles, 27 de enero de 2010

SI QUIERES OIR A DIOS REÍRSE... CUÉNTALE TUS PLANES!!


Hoy en día dentro del movimiento de la nueva era, uno de los fenómenos más populares es la conocida “Ley de Atracción”. Dicha ley, refleja que nuestros pensamientos crean nuestra realidad, y que todo lo que nos rodea es fruto de nuestras creencias.

Para afirmar esa teoría se justifican en experimentos de física cuántica, en los que la conciencia del observador modifica el resultado del experimento.

Desde este artículo, voy a tratar de criticar esta famosa Ley que tanto apasiona a la gente que sigue con esa esperanza tan tentadora para nuestro ego, de encontrar la forma de poder acceder a la materialización de todos sus deseos.

Evidentemente no voy a poner en duda de que a nivel cuántico la conciencia de un experimentador pueda afectar el resultado del experimento. Es más en palabras de una amiga bióloga esto también ocurre a nivel de la microbiología, razón por la cual por ejemplo, algunos han detectado virus como el VIH y otros reputados científicos (con Premio Nobel incluido) dudan de la existencia de éste, y de otros virus.

Pero todos los que se apasionan con la Ley de Atracción, no se dan cuenta de que esa teoría cae en un narcisismo espiritual vergonzoso, que lo único que hace es alimentar al ego.

Para darse cuenta de eso, hay que observar la realidad de una manera integral. Y para eso me voy a basar en el mapa integral de Ken Wilber, que es uno de los esquemas que mejor reflejan la estructura de la realidad.

Según este mapa integral, la realidad la conforman cuatro cuadrantes. En uno de ellos pondríamos lo subjetivo individual (el Yo), que englobaría nuestras creencias, nuestros valores, nuestras emociones, toda nuestra parte subjetiva. El segundo cuadrante estaría formado por el Tú, que es lo individual externo, allí entraría el cuerpo físico, la bioquímica, nuestro cuerpo energético, sería la parte nuestra que se ve que se manifiesta externamente. El tercer cuadrante sería lo subjetivo colectivo, aquí entraría todo el contexto cultural en el que me encuentro, los valores de mi sociedad, las creencias, y todo el inconsciente colectivo junguiano. Y para finalizar el cuarto cuadrante, en el cual estaría lo colectivo exteriorizado. Aquí estaría la estructura y el orden externo como se manifiestan las partes de un mismo contexto.

Todos esos cuatro cuadrantes crean mi realidad, y pensar que solo la crean, los pensamientos de mi pequeño ego es una muestra de reduccionismo narcisista, que nos hace tener una visión distorsionada de la realidad. Por esa misma manera, aunque a una persona se le hiciera hipnosis y se le convenciera de que una pared no existe, si se dirigiera hacia ella con esa creencia se acabaría magullando. Pues aunque él pueda tener la creencia de que no hay una pared, hay otras personas que están creando la posibilidad de que esa pared exista. Y en este contexto en el que nos hayamos cuantas más conciencias se enfocan en algo, más posibilidades hay de que eso se materialice.

Por eso para no caer en ese error, de que solo nuestras creencias crean nuestra realidad tenemos de tener en cuenta varios factores.

Primero de todo tener en cuenta que yo modifico mi ambiente, pero que también mi ambiente (lo externo) me modifica a mí. Pues la evolución es un proceso fruto de la retroalimentación que se produce, cuando la mente se relaciona con la materia gracias a la consciencia. Esa capacidad de tomar conciencia de uno mismo es lo que permite que se pueda elaborar un cambio, hacia una forma más evolucionada, con patrones de interactuar con el entorno más ecológicos conmigo mismo y con el entorno que me rodea; a partir del momento evolutivo en el que tomamos consciencia de que lo externo, es en el fondo un reflejo de nosotros mismos.

Pongamos la metáfora de una persona que se levanta por las mañanas, más despeinada que uno de los espectros que pueblan las películas de miedo japonesas como “The Ring”. Entonces, al mirarse en el espejo, toma consciencia de sí mismo, y empieza a peinarse como es debido (si el espejo no se ha partido en millones de pedazos antes, fruto del shock matutino), para que su imagen sea aceptada en el ambiente social en el que vive.

Esa consciencia fruto de la relación entre la mente y la materia, es el motor de la evolución de cada una de ellas. La biocibernética por ejemplo, nos habla de que en los sistema biológicos, el software (la información, lo subjetivo, las creencias) afecta al hardware (la materia), y al mismo tiempo el hardware afecta a al software.

Es decir, mis pensamientos afectan a mi cuerpo pero mi cuerpo físico afecta a mis pensamientos. Pongamos el ejemplo de una persona que tiene la creencia de que las arañas son peligrosas y delante de ellas siempre experimenta miedo. En este caso las creencias de la persona afectarían a sus emociones y a la manifestación física de estas, ya sean taquicardias, piel de gallina, pelo erizado, etc… En el caso contrario tendríamos a un deportista que tiene una lesión física y a partir de allí se empieza a desvalorizar y a desmotivarse respecto a los resultados que conseguirá en el futuro. En este segundo caso, la persona después de un hecho que le ha afectado a nivel físico, empieza a cambiar las creencias que tiene sobre sí mismo y sobre su futuro.

Continuará...

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